LA FRONTERA
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Colombia... ¿Humana?

Por: Daniel Felipe Malaver Cruz.
Tunjano de 21 años. Estudiante de Derecho y Ciencia Política de la Universidad Javeriana. Siempre me han interesado la política los procesos electorales y del Estado.

En estos tiempos de pandemia y crisis económica el país ha visto la forma en que sus dirigentes locales y nacionales han hecho politiquería con la pandemia teniendo en mente fines electorales, buscándole reemplazo a Duque en la mitad de su mandato, para 2022. Gustavo Petro ha cumplido dicha tarea con un toque de exageración en su papel de opositor no solamente del Gobierno Nacional, como es natural, sino de todo lo que en Colombia no se apellide “Humano”. En esta columna quiero mostrar las consecuencias que ha evidenciado la historia cuando se divide a un país desde la oposición. 
Nadie puede negar las cualidades del senador Petro como líder político. En sus mejores años como congresista hizo debates de control político sobre los escándalos de la parapolítica, los falsos positivos y las chuzadas del DAS. Sin embargo, ahora vemos a un Gustavo Petro más radical, que persigue y señala todo lo que en Colombia no comparta sus ideales de izquierda. Se ha separado de antiguos aliados políticos tachándolos de corruptos, tibios y hasta de uribistas. ¿Quién iba a pensar que la nueva polarización en Colombia iba a pasar de ser entre los “amigos” y los “enemigos” de la paz a la eterna discusión entre los del voto en blanco y los petristas? En 2018 Gustavo Petro se presentaba como la esperanza de un futuro mejor para Colombia: paz, protección a líderes sociales, lucha contra la corrupción, tránsito a energías limpias, acceso universal a la educación, entre muchas otras cosas que le vendrían muy bien al país. No obstante, hoy, dos años después, vemos en Petro al Laureano Gómez del Siglo XXI o al uribismo opositor del gobierno Santos. La oposición de Petro y Gómez tiene el mismo origen: la no consecución del poder. En 1930 el partido Conservador pierde las elecciones, se acaba la Hegemonía y comienza la República Liberal. ¿La respuesta de Laureano? “Hacer invivible la República” ejerciendo una oposición implacable contra los gobiernos liberales. El resultado: dividió al país y, cuando llegó su momento de gobernar en 1950, no logró unirlo y el país terminó en manos de los militares. El uribismo entre 2010 y 2018 utilizó exactamente la misma estrategia; señalar a todos los no uribistas como corruptos, comunistas, chavistas, guerrilleros, traidores y hasta narcotraficantes. El resultado fue el mismo: hoy el uribismo pretende gobernar un país que ellos mismos dividieron, se sienten acorralados por el estilo de la oposición que ejercieron, pues es con el que ahora deben lidiar. Además, carecen de legitimidad en medio de un ambiente de escepticismo en el que los colombianos esperan que Iván Duque haga lo que prometió: hacerlo mejor que Santos, quien “estaba equivocado en todo”. 

Así es como Gustavo Petro va a encontrar las cosas en 2022 si continúa dividiendo el país. Encontrará una sociedad radicalizada, obsesionada con señalar y volver enemigos a quienes tienen ideales contrarios, y una futura oposición que le va a cobrar sus actuaciones con su misma estrategia como líder de la oposición. Una sociedad que no conoce la ruta para crear consensos es una sociedad que ve pasar los años sin obtener reformas ni desarrollo ni progreso. El orgullo mesiánico de Petro le hace creer que tiene los mismos ocho millones de votos de 2018 que lo convertirán en el siguiente huésped de la Casa de Nariño, sin tener en cuenta que su nueva forma de hacer política le ha hecho perder varios electores, tarea que complementan sus seguidores más radicales en Twitter atacando con los peores calificativos a los opositores de la “política del amor”. Las elecciones, y más en un país como Colombia, se ganan garantizando igualdad, reformas sociales y unidad, no con interacciones en redes como el mismo senador dijo esta semana. La gente quiere vivir con paz política. Que cada mañana no encuentre un campo de batalla en Twitter entre los de Uribe, los de Petro, los de Fajardo, los de Claudia y así sucesivamente, porque en Colombia los líderes políticos creen que los votantes son su rebaño, a quienes pueden volver de su propiedad. 

Por esto yo le digo al senador Petro: si pretende gobernar a Colombia, sea el líder que se presentó en 2018, el hombre de la visión a futuro, el de las ideas progresistas y liberales que no sataniza al opositor sino que quiere gobernar un país unido, ni el dueño de la única verdad que existe en Colombia. Pero, por ahora, desde el Congreso dedíquese a aportar en el manejo de la pandemia con alternativas viables que no pongan en riesgo la salud pública y que nos permitan a todos ganar esta batalla inmediata contra el coronavirus. El 2022 vendrá después. 


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