LA FRONTERA
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Detrás de un mundo de memes, TikToks y Champions League hay otro mundo de pandemias y deforestaciones.

Por: Tomás Lizcano Márquez
Creo que son muchos los gastos innecesarios y exagerados que se dan en el mundo día a día. Extravagancias en iglesias como órganos de más de 332,000 euros; figuras religiosas bañadas en oro y deportistas con cifras de contratos y pases de transferencia nunca antes vistos son algunas muestras de esto. Tal vez para los practicantes de la religión y los aficionados al deporte estos “gastos” sean inversiones necesarias, pues en el caso de la religión independientemente de sus altos costos, estas extravagancias sean símbolos solemnes cruciales para el ejercicio de su espiritualidad. Sin embargo, a mi modo de ver, independientemente de la relevancia histórica y necesidad de existencia de estas inversiones innecesarias en los diferentes ámbitos, quienes las ejercen y apoyan deben mirar el contexto global para entender que algo anda mal en las proporciones económicas. Así pues, esto fue lo que me motivó a redactar este artículo, pues si bien los primeros meses del 2020 han traído sucesos catastróficos para la humanidad como la potencialidad de pandemia del coronavirus y el acelerado incremento del calentamiento global, son problemáticas que para ser por lo menos controladas necesitan de una alta inversión económica de los gobiernos. Sin embargo, a pesar de esta necesidad de dinero para la solución de problemáticas globales, paralelamente sectores como el del fútbol siguen manejando cifras inigualables e innecesarias. Esta ambigüedad refleja dos problemas mundanos de mucha frecuencia: la indiferencia y egoísmo y la insaciable sed de riqueza del hombre. 


En primer lugar, hay que decir que la inflación en el fútbol se ha dado debido a la llegada al negocio de empresarios con mucho dinero en su mayoría jeques y asiáticos. La inversión en el deporte se ha dado tanto en los equipos, como en la publicidad y los patrocinios; esto acompañado de la valorización de los derechos televisivos. Todos estos factores han generado un gran crecimiento en el flujo de dinero del mundo futbolístico que como consecuencia ha causado un incremento de los valores manejados por su gran auge. Quienes se ven beneficiados de este fenómeno son los empresarios dueños de los equipos, de las cadenas televisivas y de las marcas patrocinadoras; pues a pesar de que los jugadores cuentan con buenos salarios, sus altos precios en el mercado no solo los tornan cada vez más en un bien mueble, sino que restringe su libertad para jugar al fútbol donde quieren. Una muestra de esto son las cláusulas de rescisión, que no son más que el dinero que debe pagar el jugador a su club empleador para terminar su contrato laboral por mutuo acuerdo y poder ser transferido a otro club donde quiera jugar. El problema de estas cláusulas es que amarran al jugador al equipo porque generalmente son exageradas y oscilan entre los 100 y 1000 millones de euros, dineros impagables hasta por el más millonario de los clubes. Pero además, a pesar de que la cláusula es un pasivo del jugador, es el club que lo pretende el que le transfiere este dinero para que quede libre para ser fichado; algo que trae con sí problemas fiscales por el enriquecimiento injustificado. De esta manera, se puede ver que la inflación en el fútbol no solo es un problema para lo ámbitos externos al deporte, sino que también perjudica seriamente al mismo balompié.


Ahora, el flujo de dinero manejado en el deporte es de gran afectación para todas las disciplinas de la sociedad mundial, pues sus valores no son siquiera comparables con las inversiones de los gobiernos para combatir las más grandes problemáticas. Para que se hagan una idea, el futbolista con el pase de transferencia más alto en el mundo actualmente es Kylian Mbappé con un valor de 295 millones de dólares. El G7 -organización conformada por los siete países con las mejores economías, quienes se reúnen para combatir las mayores amenazas mundiales- ofreció 22 millones de dólares para luchar contra los incendios en El Amazonas, que amenazan actualmente con convertir esta selva pulmón del mundo en una sabana. El gobierno colombiano destinó alrededor de 4 millones de dólares para combatir el coronavirus. La inversión del grupo más poderoso del mundo para solucionar un problema de especial gravedad como el de la Amazonía no es ni 13 veces lo que vale Mbappé, ni 73 veces lo que destinó Colombia contra el amenazante coronavirus. 


En definitiva, hay algo que está mal en el funcionamiento del mundo. El ejemplo del valor de Mbappé comparado con las inversiones gubernamentales a dichas problemáticas solo es un ejemplo de muchos. Son cientos los deportistas que tienen valores y contratos similares. Otro ejemplo, es el futbolista Neymar Jr. quien cada 3 minutos se gana un salario mínimo colombiano. Todas estas cifras me dejan pensando que pasaría si se disminuye un porcentaje -así sea mínimo- de estas cantidades innecesarias de dinero en diferentes medios (porque por supuesto no solo es el deporte y el fútbol) y se utilizan para luchar contra el calentamiento global o el hambre, entre otras. ¿Qué pasa si abrimos los ojos y vemos el mundo que hay más allá de TikTok y la Champions League?


Referencias: 
Una iglesia de Benidorm se gasta 332.000 euros en un órgano. (2020). Retrieved 29 February 2020, from https://www.diarioinformacion.com/benidorm/2012/10/24/iglesia-benidorm-gasta-332000-euros-organo/1307882.html
Tristán González, C. (2019). La imparable inflación del fútbol. Retrieved 29 February 2020, from https://www.abc.es/deportes/futbol/abci-imparable-inflacion-futbol-201908212305_noticia.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.com%2F
Lissardy, G. (2019). "Gastamos más en Coca-Cola": ¿alcanzan los US$22 millones ofrecidos por los países ricos para combatir el fuego en la Amazonía?. Retrieved 29 February 2020, from https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-49504502

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