Por Julián Álvarez
Nuestra generación ha mostrado un gran interés por el bienestar ambiental del planeta. Hemos utilizado las redes sociales como una herramienta para compartir desastres que suceden globalmente y, de esta manera, concientizar a los demás sobre cómo nuestro mundo está muriendo y cada vez tenemos menos tiempo para solucionarlo. Así, como se evidencia en múltiples publicaciones diariamente, hemos empezado a tener una mayor preocupación por la protección de la biodiversidad; mostramos dolor al observar los incendios forestales en Australia y en el Amazonas, la caza de la única jirafa blanca en Kenia, la contaminación de nuestros océanos, el derretimiento de los casquetes de hielo en el mar Ártico, la caza/mutilación de tiburones, etc. Sin embargo, no nos estamos dando cuenta de que nuestros hábitos están contribuyendo a empeorar precisamente lo que intentamos
evitar, y que nuestra vida está regida por una “esquizofrenia moral” que contradice lo que publicamos en nuestras redes sociales.
En los colegios, y hasta en nuestras universidades, nos dicen “Los combustibles fósiles son los mayores responsables del cambio climático… No se bañen por más de 5 minutos y cierren la llave cuando se laven los dientes... Apaguen la luz siempre que salgan de un cuarto… No boten basura.” Todo esto con el propósito de que los estudiantes desarrollen una mentalidad ambiental e intenten cambiar sus hábitos por el bien del planeta. Sin embargo, ¿son estas acciones suficientes para mitigar el cambio climático? ¿Habrá algo más que podamos hacer, que no nos mencionan en nuestras instituciones educativas?
Hay una simple acción, que forma parte de nuestra cotidianidad, que contribuye a la emisión del 51% de gases de efecto invernadero anuales y genera, aproximadamente, 32,564 millones de toneladas de CO2 (Anhang – Goodland, 2009). Una acción que es responsable del 91% de la destrucción del Amazonas (Margulis, 2004); que probablemente dejará nuestros océanos sin peces para el año 2048 (Roberts et al. 2018); que es la principal responsable de la extinción de especies, pérdidas de hábitats, contaminación de agua y zonas muertas del océano (Hance, 2015; Paine, 2012; Feeley-Machovina-Ripple, 2015). Somos responsables por estas cifras cuando diariamente consumimos alimentos como carne, pollo, pescado, leche, queso, huevos, entre otros: cualquier producto animal lleva consigo alguna de estas consecuencias y nos hará imposible salvar el planeta.
No es nuestra culpa que no nos hayan enseñado acerca de estas cifras, ni de la manera en que la industria alimenticia afecta el medio ambiente; pero sí lo será seguir comprando productos animales siendo conscientes del daño tan grande que causa. No podemos seguir publicando fotos que incentivan la conservación de la biodiversidad o promueven la preocupación por el cambio climático, cuando el mismo día en el plato del
almuerzo tenemos un bistec.
Desde un punto de vista científico, no es sostenible seguir consumiendo carne. Lo vemos en estos datos y otros aun más impresionantes. Por ejemplo, para hacer una hamburguesa se necesitan aproximadamente 2500 litros de agua, carne proveniente del ganado, que ocupa hasta el 45% del terreno de nuestro planeta (Thornton, 2011) y al cual, a su vez, se alimenta con el 50% de los granos/cereales cultivados (Shah, 2010). Todo esto, mientras el 82% de niños que mueren de hambre viven en países donde alimentan al ganado con estos cultivos, para después ser consumido en países occidentales (Oppelander, 2012).
Si amamos tanto nuestro planeta, ¿por qué no dejamos a un lado nuestra satisfacción sensorial para hacer algo que lo ayude?, ¿por qué justificamos comer un animal, diciendo que su carne tiene un buen sabor o que es necesario, cuando en realidad no lo es (pues la tecnología actual nos lo permite) y podemos vivir sin ello? También quiero que se pregunten: ¿por qué nos duele cuando vemos un video en el que matan a un perro, pero no cuando matan trillones de animales al año para el consumo humano? ¿Acaso hay una diferencia?, ¿acaso el hecho de que las mascotas más comunes en el mundo sean el perro y el gato, hace que su consumo en países orientales sea una aberración, mientras que, en Occidente, los cerdos; vacas; terneros y gallinas; entre otros, sí sean algo aceptable a la hora de la cena? Ahí es donde recae la “esquizofrenia moral” que mencionaba. No podemos amar a algunos animales, mientras matamos a otros; no podemos decir que queremos ayudar al medio ambiente, cuando incentivamos su mayor amenaza.
Así que, ¿qué vale más: la vida de un animal/la vida de un planeta o mis papilas gustativas?
Referencias:
"Biodiversity and Food Choice: A Clarification". comfortablyunaware: Global Depletion and Food Choice Responsibility. June 9, 2012
Goodland, R Anhang, J. “Livestock and Climate Change: What if the key actors in climate change were pigs, chickens and cows?”
Oppenlander, Dr. Richard. "The World Hunger-Food Choice Connection: A Summary". Comfortably Unaware Blog. August 2012
Thornton, Phillip, et al. "Livestock and climate change". Livestock xchange. International Livestock Research Institute. November 2011
Bibliografía:
Margulis, Sergio. "Causes of Deforestation of the Brazilian Amazon". World Bank Working Paper No. 22. 2003
Robbins, John. "2,500 gallons all wet?" Earth Save: Healthy People Healthy Planet.
Shindell, Drew T, et al. "Improved Attribution of Climate Forcing to Emissions". Science. 326, 716 (2009)
Zielinski, Sarah. "Ocean Dead Zones Are Getting Worse Globally Due to Climate Change". Smithsonian.com. November 10, 2014
Nuestra generación ha mostrado un gran interés por el bienestar ambiental del planeta. Hemos utilizado las redes sociales como una herramienta para compartir desastres que suceden globalmente y, de esta manera, concientizar a los demás sobre cómo nuestro mundo está muriendo y cada vez tenemos menos tiempo para solucionarlo. Así, como se evidencia en múltiples publicaciones diariamente, hemos empezado a tener una mayor preocupación por la protección de la biodiversidad; mostramos dolor al observar los incendios forestales en Australia y en el Amazonas, la caza de la única jirafa blanca en Kenia, la contaminación de nuestros océanos, el derretimiento de los casquetes de hielo en el mar Ártico, la caza/mutilación de tiburones, etc. Sin embargo, no nos estamos dando cuenta de que nuestros hábitos están contribuyendo a empeorar precisamente lo que intentamos
evitar, y que nuestra vida está regida por una “esquizofrenia moral” que contradice lo que publicamos en nuestras redes sociales.
En los colegios, y hasta en nuestras universidades, nos dicen “Los combustibles fósiles son los mayores responsables del cambio climático… No se bañen por más de 5 minutos y cierren la llave cuando se laven los dientes... Apaguen la luz siempre que salgan de un cuarto… No boten basura.” Todo esto con el propósito de que los estudiantes desarrollen una mentalidad ambiental e intenten cambiar sus hábitos por el bien del planeta. Sin embargo, ¿son estas acciones suficientes para mitigar el cambio climático? ¿Habrá algo más que podamos hacer, que no nos mencionan en nuestras instituciones educativas?
Hay una simple acción, que forma parte de nuestra cotidianidad, que contribuye a la emisión del 51% de gases de efecto invernadero anuales y genera, aproximadamente, 32,564 millones de toneladas de CO2 (Anhang – Goodland, 2009). Una acción que es responsable del 91% de la destrucción del Amazonas (Margulis, 2004); que probablemente dejará nuestros océanos sin peces para el año 2048 (Roberts et al. 2018); que es la principal responsable de la extinción de especies, pérdidas de hábitats, contaminación de agua y zonas muertas del océano (Hance, 2015; Paine, 2012; Feeley-Machovina-Ripple, 2015). Somos responsables por estas cifras cuando diariamente consumimos alimentos como carne, pollo, pescado, leche, queso, huevos, entre otros: cualquier producto animal lleva consigo alguna de estas consecuencias y nos hará imposible salvar el planeta.
No es nuestra culpa que no nos hayan enseñado acerca de estas cifras, ni de la manera en que la industria alimenticia afecta el medio ambiente; pero sí lo será seguir comprando productos animales siendo conscientes del daño tan grande que causa. No podemos seguir publicando fotos que incentivan la conservación de la biodiversidad o promueven la preocupación por el cambio climático, cuando el mismo día en el plato del
almuerzo tenemos un bistec.
Desde un punto de vista científico, no es sostenible seguir consumiendo carne. Lo vemos en estos datos y otros aun más impresionantes. Por ejemplo, para hacer una hamburguesa se necesitan aproximadamente 2500 litros de agua, carne proveniente del ganado, que ocupa hasta el 45% del terreno de nuestro planeta (Thornton, 2011) y al cual, a su vez, se alimenta con el 50% de los granos/cereales cultivados (Shah, 2010). Todo esto, mientras el 82% de niños que mueren de hambre viven en países donde alimentan al ganado con estos cultivos, para después ser consumido en países occidentales (Oppelander, 2012).
Si amamos tanto nuestro planeta, ¿por qué no dejamos a un lado nuestra satisfacción sensorial para hacer algo que lo ayude?, ¿por qué justificamos comer un animal, diciendo que su carne tiene un buen sabor o que es necesario, cuando en realidad no lo es (pues la tecnología actual nos lo permite) y podemos vivir sin ello? También quiero que se pregunten: ¿por qué nos duele cuando vemos un video en el que matan a un perro, pero no cuando matan trillones de animales al año para el consumo humano? ¿Acaso hay una diferencia?, ¿acaso el hecho de que las mascotas más comunes en el mundo sean el perro y el gato, hace que su consumo en países orientales sea una aberración, mientras que, en Occidente, los cerdos; vacas; terneros y gallinas; entre otros, sí sean algo aceptable a la hora de la cena? Ahí es donde recae la “esquizofrenia moral” que mencionaba. No podemos amar a algunos animales, mientras matamos a otros; no podemos decir que queremos ayudar al medio ambiente, cuando incentivamos su mayor amenaza.
Así que, ¿qué vale más: la vida de un animal/la vida de un planeta o mis papilas gustativas?
Referencias:
"Biodiversity and Food Choice: A Clarification". comfortablyunaware: Global Depletion and Food Choice Responsibility. June 9, 2012
Goodland, R Anhang, J. “Livestock and Climate Change: What if the key actors in climate change were pigs, chickens and cows?”
Oppenlander, Dr. Richard. "The World Hunger-Food Choice Connection: A Summary". Comfortably Unaware Blog. August 2012
Thornton, Phillip, et al. "Livestock and climate change". Livestock xchange. International Livestock Research Institute. November 2011
Bibliografía:
Margulis, Sergio. "Causes of Deforestation of the Brazilian Amazon". World Bank Working Paper No. 22. 2003
Robbins, John. "2,500 gallons all wet?" Earth Save: Healthy People Healthy Planet.
Shindell, Drew T, et al. "Improved Attribution of Climate Forcing to Emissions". Science. 326, 716 (2009)
Zielinski, Sarah. "Ocean Dead Zones Are Getting Worse Globally Due to Climate Change". Smithsonian.com. November 10, 2014