El periodismo: ¿En peligro de extinción?
Por: Mario Alberto Gómez Ortegón
Estudiante del Gimnasio Campestre. Conforma los equipos del noticiero NotiCampestre y del periódico El Excélsior. Cofundador y director del proyecto radial La Patria Boba y de la Alianza Periodística Gimnasiana.
La importancia del periodismo es que, al servir como canal de expresión de la sociedad, impulsa cambios en la historia. Lamentablemente vivimos en tiempos difíciles, el periodismo en el mundo ha perdido su rumbo. La brújula de los periodistas parece haberse enloquecido. En el mejor de los casos, terminan camuflados en la prensa para inmiscuirse en la política, lagarteándole puestos al gobierno. En el peor escenario acaban amenazados o, incluso, asesinados. Un ejemplo de esto último son los 155 periodistas que, desde 1977, han sido asesinados en Colombia por realizar su trabajo (FLIP, 2020).
Los periodistas son el soporte fundamental para sostener nuestra libertad, por lo que me es ilógico que sean una de las actuales amenazas a la democracia. Sin embargo, los periodistas tienden a generalizar. Creo (humilde opinión) que es el gran error del periodismo de nuestros días: la generalización. En muchas ocasiones, le muestra cierta antipatía al pensamiento y se hace amiga del prejuicio. Pretender dar un enfoque global a las cosas es contribuir a fomentar el odio y todo temperamento irritado, por lógica, deja de razonar, lo cual supone una amenaza directa al pluralismo.
Recientemente ocurrió algo que consternó a todos los colombianos: siete miembros del Ejército violaron a una pequeña de doce años de la comunidad Emberá en el departamento de Risaralda. Este es un hecho reprochable, no se puede tolerar ningún tipo de violencia contra nadie y mucho menos una agresión tan vil a una niña indefensa. Sin embargo, los periodistas fueron los primeros en generalizar las actuaciones individuales, que son reprochables desde todo punto de vista, pero que no son una instrucción al interior de las Fuerzas Militares, como insinuó el expresidente Ernesto Samper en unas ridículas declaraciones. No pretendía que minimizaran la noticia porque los ataques contra niñas indígenas son miserables, tan solo esperaría que los medios entendieran que un psicópata violador es primero psicópata, después hombre y, por último, soldado. Desafortunadamente, algunos periodistas se convirtieron en un ariete aplicado a los cimientos de nuestra sociedad, contagiándonos con un odio enfermizo que va poco a poco aflojándonos y, en más o menos tiempo, provocará nuestra ruina.
Sin embargo, lo cierto es que aún quedan buenos periodistas, aunque detectarlos puede ser como encontrar una aguja en un pajar. El asunto prioritario para la democracia es imaginar otro periodismo, y para ello es necesario volver a creer en los pocos reporteros que todavía no nos ha arrebatado la violencia. Pero el ambiente en el que trabajan los que se dedican a este oficio en América Latina es, mayoritariamente, complejo y hostil. Los buenos periodistas, quienes abordan temas delicados, sufren cada vez más presiones, agresiones e intimidaciones; se han emprendido grandes campañas de desprestigio contra la prensa, son amenazados y se ven obligados a exiliarse.
Hacer periodismo requiere de tiempo, evitar la prisa a la hora de pensar y escribir cierta información. Aprendí a los golpes a esquivar el periodismo rápido o las lógicas de la llamada “guerra por los clics”, recordando las palabras de Gabriel García Márquez, quien alguna vez dijo que "la mejor noticia no es siempre la que se da primero, sino muchas veces la que se da mejor". Aprendí a considerar el objetivo, los orígenes y el cómo difundir una noticia, pues es necesario detenerse a pensar a quién beneficia lo que se publica o si perjudica a alguien.
Sin embargo, pareciera que a los reporteros se les ha olvidado lo esencial: la investigación, la denuncia y la validez de las fuentes. ¿Qué validez le dan a una fuente que difunde un discurso de odio? Se debe publicar pero con contexto que permita contrarrestar sus tesis y nunca olvidar que lo esencial es ir a la fuente primaria y evitar el abuso de las comillas que acompañan las citas literales. La voz de la persona periodista debe estar, debe guiar los argumentos para contextualizar la información, hacer una apuesta por expresiones y denominaciones que generen consenso, no polémica gratuita. Evitar mezclar opinión explícita con información objetiva, pues genera confusión a las personas lectoras y, sobre todo, ¿qué impacto potencial puede generar aquella noticia?
Yo siempre he creído que para ser periodistas no se necesita un título universitario, pues el periodismo, más que una profesión, es una vocación. Cada año se gradúan cerca de 5.000 nuevos profesionales en comunicación, que deben entender que su profesión es un llamado a servirle a la sociedad porque no le deben temer a buscar la verdad al servicio de la vida humana, puesto que es un elemento imprescindible de la democracia. Necesitamos que los nuevos periodistas entiendan el llamado a un periodismo mucho más activo y menos propenso a la derrota. Uno que no se exhiba frente al dolor de otros y que promueva el uso de la no-violencia como herramienta de lucha contra la desigualdad y la opresión del ser humano. Hacer del periodismo una razón de ser es comenzar a transformar el mundo.
Bibliografía
Por: Mario Alberto Gómez Ortegón
Estudiante del Gimnasio Campestre. Conforma los equipos del noticiero NotiCampestre y del periódico El Excélsior. Cofundador y director del proyecto radial La Patria Boba y de la Alianza Periodística Gimnasiana.
La importancia del periodismo es que, al servir como canal de expresión de la sociedad, impulsa cambios en la historia. Lamentablemente vivimos en tiempos difíciles, el periodismo en el mundo ha perdido su rumbo. La brújula de los periodistas parece haberse enloquecido. En el mejor de los casos, terminan camuflados en la prensa para inmiscuirse en la política, lagarteándole puestos al gobierno. En el peor escenario acaban amenazados o, incluso, asesinados. Un ejemplo de esto último son los 155 periodistas que, desde 1977, han sido asesinados en Colombia por realizar su trabajo (FLIP, 2020).
Los periodistas son el soporte fundamental para sostener nuestra libertad, por lo que me es ilógico que sean una de las actuales amenazas a la democracia. Sin embargo, los periodistas tienden a generalizar. Creo (humilde opinión) que es el gran error del periodismo de nuestros días: la generalización. En muchas ocasiones, le muestra cierta antipatía al pensamiento y se hace amiga del prejuicio. Pretender dar un enfoque global a las cosas es contribuir a fomentar el odio y todo temperamento irritado, por lógica, deja de razonar, lo cual supone una amenaza directa al pluralismo.
Recientemente ocurrió algo que consternó a todos los colombianos: siete miembros del Ejército violaron a una pequeña de doce años de la comunidad Emberá en el departamento de Risaralda. Este es un hecho reprochable, no se puede tolerar ningún tipo de violencia contra nadie y mucho menos una agresión tan vil a una niña indefensa. Sin embargo, los periodistas fueron los primeros en generalizar las actuaciones individuales, que son reprochables desde todo punto de vista, pero que no son una instrucción al interior de las Fuerzas Militares, como insinuó el expresidente Ernesto Samper en unas ridículas declaraciones. No pretendía que minimizaran la noticia porque los ataques contra niñas indígenas son miserables, tan solo esperaría que los medios entendieran que un psicópata violador es primero psicópata, después hombre y, por último, soldado. Desafortunadamente, algunos periodistas se convirtieron en un ariete aplicado a los cimientos de nuestra sociedad, contagiándonos con un odio enfermizo que va poco a poco aflojándonos y, en más o menos tiempo, provocará nuestra ruina.
Sin embargo, lo cierto es que aún quedan buenos periodistas, aunque detectarlos puede ser como encontrar una aguja en un pajar. El asunto prioritario para la democracia es imaginar otro periodismo, y para ello es necesario volver a creer en los pocos reporteros que todavía no nos ha arrebatado la violencia. Pero el ambiente en el que trabajan los que se dedican a este oficio en América Latina es, mayoritariamente, complejo y hostil. Los buenos periodistas, quienes abordan temas delicados, sufren cada vez más presiones, agresiones e intimidaciones; se han emprendido grandes campañas de desprestigio contra la prensa, son amenazados y se ven obligados a exiliarse.
Hacer periodismo requiere de tiempo, evitar la prisa a la hora de pensar y escribir cierta información. Aprendí a los golpes a esquivar el periodismo rápido o las lógicas de la llamada “guerra por los clics”, recordando las palabras de Gabriel García Márquez, quien alguna vez dijo que "la mejor noticia no es siempre la que se da primero, sino muchas veces la que se da mejor". Aprendí a considerar el objetivo, los orígenes y el cómo difundir una noticia, pues es necesario detenerse a pensar a quién beneficia lo que se publica o si perjudica a alguien.
Sin embargo, pareciera que a los reporteros se les ha olvidado lo esencial: la investigación, la denuncia y la validez de las fuentes. ¿Qué validez le dan a una fuente que difunde un discurso de odio? Se debe publicar pero con contexto que permita contrarrestar sus tesis y nunca olvidar que lo esencial es ir a la fuente primaria y evitar el abuso de las comillas que acompañan las citas literales. La voz de la persona periodista debe estar, debe guiar los argumentos para contextualizar la información, hacer una apuesta por expresiones y denominaciones que generen consenso, no polémica gratuita. Evitar mezclar opinión explícita con información objetiva, pues genera confusión a las personas lectoras y, sobre todo, ¿qué impacto potencial puede generar aquella noticia?
Yo siempre he creído que para ser periodistas no se necesita un título universitario, pues el periodismo, más que una profesión, es una vocación. Cada año se gradúan cerca de 5.000 nuevos profesionales en comunicación, que deben entender que su profesión es un llamado a servirle a la sociedad porque no le deben temer a buscar la verdad al servicio de la vida humana, puesto que es un elemento imprescindible de la democracia. Necesitamos que los nuevos periodistas entiendan el llamado a un periodismo mucho más activo y menos propenso a la derrota. Uno que no se exhiba frente al dolor de otros y que promueva el uso de la no-violencia como herramienta de lucha contra la desigualdad y la opresión del ser humano. Hacer del periodismo una razón de ser es comenzar a transformar el mundo.
Bibliografía
- Escalante, R. (2015). El periodismo de nuestros días. Retrieved 8 julio de 2020, from https://www.pressenza.com/es/2015/01/el-periodismo-de-nuestros-dias/
- Pellicer, M. (2017). Cómo se construye el odio en los medios de comunicación - MiquelPellicer.com. Retrieved 8 julio de 2020, from https://miquelpellicer.com/2017/03/como-se-construye-el-odio-en-los-medios-de-comunicacion/
- Seco, O. (2018). Qué malo es generalizar. Retrieved 8 julio de 2020, from https://www.laopiniondezamora.es/opinion/2018/12/21/malo-generalizar/1132681.html