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Fronteras Invisibles

Por: José Miguel Santamaría Barvo
 
La ilusión de separación nos bloquea la plenitud de la conciencia. Pensar que las construcciones sociales, que nuestros antepasados y nosotros mismos creamos nos dividen, es un síntoma de lo inarmónica que tenemos nuestra mente.
 
Una historia latente de estas fronteras invisibles es la xenofobia. En Bogotá surgió la polémica relacionada a este tema por un comentario de la Alcaldesa Mayor diciendo que no había recursos para ayudar a los venezolanos, ni a sus hijos (la mayoría ya nacidos en Bogotá). Lo sorprendente, además de la afirmación, es la cantidad de personas, amigos y familiares que salieron a decir que con nuestros recursos públicos no había que ayudarles. ¿Solo nos importa el sufrimiento de los colombianos? ¿Una nacionalidad, que ellos no escogieron, los excluye de hambre? ¿Los niños que nacen en Bogotá, si son hijos de venezolanos, no son colombianos?. Sin desconocer la limitación en los recursos públicos, me sorprende la división. ¿Qué vendrá después? ¿Qué no hay ayudas para los que no son oriundos de Bogotá?.
 
En momentos difíciles los gobernantes o jefes se diferencian por el manejo de las crisis, en las que deben nivelar las peticiones de los sectores públicos, privados y sociales, pero también sus pesadas cargas emocionales, sumándole la falta de medios y/o recursos para solucionar todas las variantes del problema. El camino fácil es exculparse y delegar la responsabilidad a otro actor sin su consentimiento desde la autoridad, mientras que el camino difícil es asumir la responsabilidad, transformar los hábitos de las personas e innovar en soluciones prácticas e inteligentes. Se podría decir que se diferencian entre mentalidad fija y mentalidad de crecimiento.
 
Me cuesta entender a las figuras de mentalidad fija, y les digo figuras, ya que no los puedo llamar líderes. Las personas de mentalidad fija tienden a culpar y no a solucionar, tienden a decir “Nos presiona un gobierno de derecha que le importa más la economía que la vida”, “de los venezolanos que se haga cargo otro”, “los ricos que se quieren lucrar desde casa mientras trabajan los humildes”, etc. Frases que tienden a dividirnos, a crear fronteras invisibles, a endilgar culpas, generan xenofobia, odio de clases y nos dividen entre “buenos” y “malos”. Este texto no planea invisibilizar las causas, ni las desigualdades de Colombia y el mundo, estamos lejos de solucionar estructuralmente la falta de oportunidades y todavía nos queda mucho por trabajar para equilibrar la cancha. Pero si tiene la intención de criticar a las autoridades que, en vez de resolver los problemas de su comunidad o población, prefieren evadirlos mientras dividen a la sociedad.
 
Para los espirituales y los que conocen de meditación, el sexto chakra explica muy bien la importancia de desarrollar armónicamente la conciencia. Trabajar este chakra nos lleva a entender el daño que hacen estas fronteras invisibles que nos quieren imponer, que nos impiden ver un mundo nuevo en el que todos somos diferentes, pero iguales entre nosotros mismos, en el que las fronteras físicas entre naciones son invisibles para el ojo y las únicas etiquetas que existen son para unir poblaciones y no dividirlas.
 
Las fronteras invisibles son las primeras barreras no tangibles que debemos derribar para ser más empáticos, ver más allá de las ideas de los otros y crear una imagen del mundo el que quepamos todos. También es importante buscar líderes conciliadores y proactivos, que tengan mentalidad de crecimiento, que sean conscientes de las problemáticas, estén dispuestos a trabajarlas, y que al momento de equivocarse, sean corresponsables; asuman su culpa, con el fin de unirnos hacia metas comunes. De las metas comunes que debemos alcanzar, está la educación, la salud, la seguridad, etc., sobre las cuales podemos diferir en el proceso de cómo lograrlas, lo cual hace magnífica la democracia, pero lo que no podemos hacer, es detener el crecimiento de la sociedad.
 
Seamos líderes que unan, y hagámoslo rápido, no continuemos con la barbarie a la que nos someten nuestros dirigentes de pelearnos los unos con los otros, ni de caer en sus discursos estigmatizantes que nos etiquetan y nos dividen. Enfoquémonos en las barreras de verdad, como la pobreza, la desigualdad y la falta de oportunidades, que tienen en este momento a miles de jóvenes sin internet y educación, a miles de adultos sin trabajo y sin facilidad de emprender, a miles de enfermos sin acceso a la salud, y muchos más, a los que debemos dedicarles nuestra mejor energía.

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