Empezando su periodo como alcaldesa de Bogotá, Claudia López tenía un porcentaje de aprobación del 89%, según Invamer. No obstante, hoy en día y luego de muchas cuarentenas por la pandemia, la aprobación de Claudia está un poco más abajo del 50%. Las razones son múltiples, por lo que el propósito de esta columna es recordar aquellas actuaciones que hicieron que los mismos defensores de Claudia en campaña hoy sean grandes críticos.
El primer gran problema que se ha visto de Claudia es su incapacidad de reconocer la propia responsabilidad. Al principio de la cuarentena (marzo-abril del 2020), cuando en el país se llamaba a la deliberación sin tener importar las posiciones políticas —debido a la crisis sanitaria y económica que se aproximaba y reclamaba una gran concertación nacional para apaciguar las consecuencias negativas del Covid—, Claudia decidió hacer una campaña contra el Gobierno Nacional. Así, publicaba en redes sociales constantes críticas al Presidente y al Ministerio de Salud. En vez de querer hacer un trabajo en conjunto, la alcaldesa promovía la idea de que cualquier problema se debía a la ineptitud del Gobierno… Muy mediocre, para mi gusto. Así mismo, en el marco de las protestas a finales del año pasado, después de la polémica en medios por los casos de abuso policial, López dijo en redes sociales: “Ni Policía ni Esmad tienen autorización para quitarles ojos a nuestros jóvenes” y, luego, que “el Gobierno de Bogotá está comprometido con la reforma estructural de la Policía, pero sin el liderazgo del presidente Duque, su comandante en jefe; se avanzará poco y se abusará mucho”. Es un hecho irónico que haya dicho esto, habiendo sido ella una gran crítica del exalcalde Peñalosa cuando hubo escándalos por abuso policial. Parece que cuando ella asumió la alcaldía, todo lo que criticaba de las anteriores administraciones ya no le aplicaba a ella, sino que era responsabilidad de la Presidencia. Otro hecho que la sentencia a la baja favorabilidad es la clara xenofobia que ha demostrado en sus pronunciamientos. En marzo de este año, cuando en una balacera en el Norte de Bogotá murió un patrullero de la Policía, Claudia dijo: “A los venezolanos todo se les ofrece, ¿qué garantías tenemos los colombianos? Primero asesinan y luego roban”. Es muy interesante cómo en campaña, de manera populista, los candidatos se muestran como progresistas que respetan los derechos de las personas, y ahora la alcaldesa cree que los derechos están limitados a una nacionalidad. Más allá de sus comentarios desmesurados y precipitados, también sus decisiones administrativas han sido un desastre: la inseguridad en Bogotá está desbordada y la presencia policial es nula (para ella, los culpables son los venezolanos); la movilidad se estancó; en el nuevo POT presentado hace pocos días se decidió no darle continuidad a la ALO Norte, Av. Boyacá hasta Chía, Av. Américas hasta Mosquera, Av. Suba hasta Cota, entre otras, lo cual retrasa la necesaria descongestión vial para salir de Bogotá. Así mismo, se quiere prohibir hacer apartamentos con una sola habitación, afectando la oferta en la construcción, siendo esta una actividad de suma importancia en la reactivación económica. En últimas, la inexperiencia de Claudia, así como le pasó a Duque, le cobra factura y los perjudicados somos los ciudadanos que escogimos mal. No obstante, lo importante es que reflexionemos sobre este punto y lo tengamos muy en cuenta para las elecciones presidenciales del 2022, puesto que las malas administraciones generan un retroceso a largo plazo inimaginable. Es importante reconocer errores de elección y no “proteger” al candidato por el que se votó, aunque haya ganado. Es necesario ser críticos y aceptar cuando ellos cometen errores, así se trate de una persona que representa nuestra visión política. |