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La ética mixta de la corporación Mirando en Okja

Autor: Antonio Triana Rueda

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En la importante cuestión de fundamentar una ética personal y un comportamiento que se rija por esta, los seres humanos tenemos múltiples opciones para escoger.

Estas son opciones que dan valor y relevancia a ciertos agentes en distintos grados y que, en consecuencia, tienen implicaciones muy distintas dependiendo de a qué se brinde valor. Trascendiendo una ética antropocéntrica (la cual solo le da valor a la vida humana como fin en sí mismo, mientras que a todo lo no-humano, como medio o instrumento para aquellos fines), surgen las éticas pathos-céntrica, bio-céntrica y eco-céntrica como alternativas para enfrentar los dilemas que surgen de la interacción entre agentes humanos y no-humanos. Por ejemplo, si decidimos comer o no carne animal; si sacrificamos o preservamos a una especie invasora en un ecosistema; si cortamos o no un árbol de cientos de años; si desviamos o no el cauce de un río para favorecer ciertos cultivos; si mantenemos o no la existencia de los zoológicos, etc. 

Para la ética tradicional, el único agente digno de consideración moral en este tipo de cuestiones es el ser humano. En cambio, para la ética pathos-céntrica lo es todo animal (humano y no-humano) que tenga la capacidad cognoscible de sentir placer o sufrimiento; para la bio-céntrica, todo organismo que posea vida y tenga intereses que puedan ser alcanzados o frustrados (una especie, un árbol o un río) y, para la eco-céntrica, la biosfera y los factores tanto bióticos como abióticos que afectan el funcionamiento de un ecosistema. En ocasiones, este tipo de valoraciones de lo no-humano entran en conflicto o, también, puede pasar que una misma posición ética posea consideraciones pertenecientes a alguno de estos sistemas o a otros, como el antropocéntrico y/o el de los sentimientos morales. Incluso, existen posiciones que favorecen intereses antropocéntricos: su fin responde a un interés por el beneficio y el ingenio humano, pero, en la práctica, también incorporan elementos de éticas pathos, bio y eco-céntricas. Este es el caso de la corporación Mirando en la película del director surcoreano Bong Joon titulada Okja (2017).

 La ingeniosa producción sumerge al espectador en la vida de Okja, uno de los super-cerdos creados artificialmente por la corporación Mirando. La película empieza con la propuesta publicitaria de la CEO de la empresa, Lucy Mirando, consistente en criar a estos animales con amor y respeto en distintas partes del mundo, de acuerdo a las prácticas culturales de cada lugar. Además, resalta la novedad de que estos cerdos requieren menos alimentación, por lo que su excremento tiene un menor impacto negativo en el medio ambiente. También, supuestamente, ayudarán a aplacar el hambre a nivel mundial, además de que su carne tiene muy buen sabor. Luego, la cinta nos presenta a uno de los super-cerdos: Okja, quien vive en un paraíso natural en Corea del Sur con un granjero de la tercera edad y su nieta Mija, con quien comparte un vínculo de amistad excepcional.

Eventualmente, Okja es llevado a Estados Unidos a los mataderos de la corporación Mirando a pesar de las protestas de la pequeña Mija, quien sigue al cerdo hasta Seúl y, con la intervención de un grupo de ambientalistas defensores de los animales, Animal Liberation Front (ALF), intenta rescatar a Okja, lo cual genera un escándalo gigante en un centro comercial de dicha ciudad. La enorme conmoción mediática que generó tal acontecimiento obligó a la corporación Mirando a ceder y llevar a Mija a Estados Unidos para el gran evento de inauguración de los productos provenientes de la carne de los super-cerdos. A lo largo de la historia se evidencian las diferentes luchas de poder entre ambientalistas, la empresa neoliberal de Mirando, que pretende reivindicar su imagen de corporación agroindustrial malvada, y la pequeña Mija, que adora a Okja y no quiere que se lo coman.

Las posturas pathos y bio-céntrica del ALF e, incluso, la de Mija, resultan muy interesantes, aunque, en realidad, esta última no tiene ninguna consideración racional hacia Okja, sino más un vínculo emocional que la ata éticamente a él. Sin embargo, para el propósito de este texto, me centraré en la postura adoptada por Lucy Mirando. Pues bien, en esta mujer y su corporación, es posible notar una posición profundamente antropocéntrica. Igualmente, en su aplicación, esta se complementa con rasgos de éticas pathos-céntricas y eco-céntricas. En primer lugar, el objetivo que tanto promociona su corporación es el de solventar el hambre mundial, con su respectivo medio, que es crear a estos super-cerdos en un laboratorio. Es importante mencionar que este es un propósito aparente, ya que el filme demuestra claramente que lo único importante para Lucy Mirando es lucrarse económicamente y subsanar la imagen negativa de su empresa, conocida por dañar el medio ambiente y maltratar animales. De todas formas, este propósito real se sirve de la misma lógica antropocéntrica que el aparente, pues, en ambos casos, el fin es el beneficio humano: saciar el hambre de la humanidad y lucrarse de ello. 

Claramente, el fin aparente es de suma importancia y resulta bastante beneficioso para los humanos, y es por ello que la campaña publicitaria de la empresa es tan bien recibida por la comunidad científica. Ahora bien, lo que resulta más novedoso y justificable para los científicos es que la empresa prometa criar a los super-cerdos con “amor”, en libertad y en la naturaleza; favorecer economías locales de diversas partes del mundo y a sus campesinos (como son Mija y su abuelo); reducir los gastos de alimentación, así como el impacto de las heces en la atmósfera y las fuentes hídricas; y, finalmente, sacrificar a los animales de forma rápida y sin dolor. 

Así, es posible notar que, aunque los fines de la empresa son antropocéntricos, su implementación responde a reclamos propios de las éticas pathos-céntricas y eco-céntricas. La primera se evidencia en la promesa de un sacrificio indoloro y de una crianza amorosa, en espacios óptimos para su libre desarrollo. La segunda se manifiesta en la preocupación de que las heces de los super-cerdos afecten mínimamente las cadenas bióticas de los lugares en donde son criados y que emitan menos gases perjudiciales para la atmósfera. 

No obstante, estas “nobles” promesas surgen de una reinvención estratégica del marketing de la empresa (típica del capitalismo tardío) para incentivar el consumo de su producto en personas que se oponen al sufrimiento animal y a la contaminación que genera la ganadería industrial. Realmente, no son una preocupación genuina por el sentir o el bienestar del medio ambiente. Esto lo demuestra el hecho de que, en última instancia, la promesa de sacrificar a los cerdos dignamente, sin someterlos a mucho estrés, se incumple cuando vemos los momentos finales de sus vidas. Antes de morir, y a pesar de que se les crió con amor y libertad en distintas partes del mundo, los cerdos están encerrados uno junto al otro en un pequeño pastizal, para ser llevados en línea por una puerta que los conduce a una especie de guillotina. Además, la película muestra el nivel masivo de producción que manejan este tipo de fábricas, las cuales requieren gran cantidad de energía no-renovable (que se ve con las nubes de humo que yacen arriba del establecimiento) y recursos hídricos para la producción de su carne.

Cabe reflexionar si, en la práctica, la postura ética de la corporación Mirando, que, como hemos visto, es antropocéntrica y se complementa de elementos pathos-céntricos y eco-céntricos, es justificable en su totalidad. En primer lugar, es obvio que el incumplimiento de los parámetros que la misma corporación establece determina la invalidez de todas las acciones que se llevaron a cabo. Es decir, que las acciones de la corporación Mirando no son éticas. De todas formas, si esta hubiera respetado a carta cabal los lineamientos incentivados por las éticas pathos y eco-céntricas, su postura podría ser más justificable teóricamente. De hecho, ese es el problema: las corporaciones que participan de este tipo de industrias a gran escala no pueden ni quieren sujetar sus operaciones a políticas que reduzcan el sufrimiento animal y la contaminación.
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Ciertamente, el caso de la corporación Mirando en la película Okja (2017) pone en problemas ese tipo de éticas con fines antropocéntricos, pero estrategias compatibles con éticas pathos y eco-céntricas. Esto se da porque, en la práctica, muchas de estas estrategias no son del todo posibles o son simplemente promesas para deshacerse de los cuestionamientos a los fines que desarrollan. Antes de validar una postura de este tipo, es necesario adoptar una mirada crítica a su implementación real y tangible porque, si no, se corre el riesgo de caer en las garras de la publicidad engañosa e incentivar inconscientemente prácticas poco o nada éticas. ​

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