LA FRONTERA
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La politiquería ya no está de moda

“La política es el arte de impedir que la gente se meta en lo que sí le importa.” Marco Aurelio Almazán
Por: Camila Pinto
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Ser joven y querer entrar al mundo de la política en este país puede ser algo abrumador. Muchos, muchos, muchísimos renuncian a su sueño, a su vocación porque en Polombia, sí, con P mayúscula, ser político trae consigo algunos riesgos o condiciones que simplemente algunos se rehúsan a experimentar. Se rehúsan a que la única forma de ejercer sea afiliándose a alguno de los partidos tradicionales o simplemente siendo el relleno en una de las listas al Concejo de alguna ciudad en las elecciones regionales. 

Hace poco me convertí en ciudadana de este país, algo que hace mucho deseaba y, a diferencia de mis conocidos, no quería ser mayor de edad con el único propósito de abusar de sustancias que en mis anteriores 18 años de vida habían sido ilegales, o tal vez aún lo sigan siendo. Mi mayor aspiración era poderme afiliar finalmente a un partido y comenzar desde alguna de las juventudes a construir mi futuro político desde cero. Esto último ya que lamentablemente mis apellidos no cumplen los requisitos para ser miembro de la congregación de los delfines, por lo único que podría ser medianamente considerada mi aplicación sería por la queridísima e incorruptible Oneida Pinto o por el reconocimiento de los honestos, correctos y humildes negociantes de los hermanos Moncada Galeano. Cuando llegó el momento de cuestionarme a qué partido quería pertenecer, en mi nació una duda mucho más urgente: ¿Cuál era el partido “menos peor”? ¿El Centro Democrático del gobernador que tiene como lujoso y “fashionista” brazalete del Inpec o del apadrinado de Odebrecht, Zuluaga?, ¿El Polo de Samuel Moreno y del Cartel de la contratación?, ¿O mejor el Cambio Radical de los Char? Después de un largo rato de deliberación interna llegué a la conclusión de que Colombia Humana sería el espacio de trabajo perfecto. Aprendería del maestro Petro, el mismo que creó el cacerolazo, y si no logro ser disciplinada siempre estará Hollman Morris dándome golpizas para que aprenda de mis errores y no los vuelva a cometer. Lo más importante es que él lo niegue, claro, para que yo no haga el ridículo. 

En Colombia no es viable para los jóvenes entrar en el campo laboral político. Las dos razones principales son la falta de oportunidades porque no provienen de una familia prestigiosa y deben empezar desde cero o porque los partidos convencionales no logran convencer a los jóvenes llenos de entusiasmo por lograr una Colombia libre de odios, bandos y corrupción. Ser independiente en Colombia es casi imposible y más aún si no se es alguien reconocido. Carlos Fernando Galán nos demostró cómo la “independencia” (entre comillas porque las suya era bastante relativa y dudosa) se podía tener una campaña exitosa, es cierto. Sin embargo, es un delfín; su padre es un símbolo a nivel nacional, empleó un color que en algunos logró avivar ese sentimiento bipartidista, incluyéndome a mí, y ya tenía una carrera anterior en Cambio Radical, así como había sido concejal en la capital del país. Vuelven y juegan ambas ecuaciones: la mayoría de los jóvenes no tenemos las herramientas necesarias para resolver (nótese como un apellido y un partido reconocido son denominadas “herramientas” en Colombia). 

¿Por qué no planteamos entonces nuevas soluciones para salir de este círculo vicioso (porque lleno de vicios si está) y comenzamos a trabajar en ellas? Claro que ya existen y claro que ya estamos trabajando en ellas. Una de estas, y de la que me siento muy orgullosa, es La Alianza Global de Jóvenes Políticos. Una organización apartidista que busca que los jóvenes tengan mayor participación política y, como consecuencia, más protagonismo. Somos jóvenes que ayudamos a jóvenes. Mantiene actualmente conversaciones con la ONU y, además, hicieron parte de la mesa de diálogo del pasado paro nacional que estremeció al país. Estamos luchando por una Polombia mejor, sí, con P mayúscula de Perseverancia, de Positivismo, de Paciencia y de Pacifismo. Somos una generación decidida a cambiar el trastorno de Polarización, sí, con P mayúscula, del cual anteriores generaciones padecen y se pudren. 

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