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Más reflexiones de cuarentena

Por: Mariana Crane Ruge

Cada quien tiene derecho a su opinión, y más aun en tiempos de crisis. Pero sí existe tal cosa como una opinión no válida, aquella que con poco fundamento y lógica tiene como único propósito polarizar. Que Duque no está actuando a tiempo, que Claudia se cree la presidente del país, que extrañamos a Peñalosa, que dónde están ahora los que protestaron en noviembre, que por culpa de la izquierda la gente se va a morir de hambre, que por culpa de la derecha la gente se va a morir de coronavirus, que por culpa del gobierno la economía se va a caer, que por culpa del gobierno llegó el coronavirus al país, que el gobierno está poniendo la economía por encima de la salud, de la vida. Estos comentarios y mil más por el estilo rondan por las redes sociales, por los grupos de whatsapp y en las conversaciones familiares. Como siempre, no faltan opiniones, críticas, ni juicios.  


Estamos viviendo una pandemia, una crisis global como nunca se ha visto en la historia reciente de la humanidad, en el mundo globalizado e intrínsecamente conectado en el que vivimos. Los retos para las naciones son inmensos. La incertidumbre ha paralizado al mundo entero. Las preguntas abundan, y las respuestas casi siempre son escasas y casi nunca son absolutas. El miedo es apenas natural, las ganas de encontrar un culpable también. Con ese fin, lo más fácil es mirar hacia el gobierno, ese ente abstracto que debería velar por nuestra seguridad, que debería protegernos. Al encontrarnos ahogados en impotencia, sin saber a donde mirar, lo fácil es sentarse en el sofá, leer comentarios y titulares de noticias en Facebook, escoger un chivo expiatorio entre los políticos del país y adjudicarle la culpa y responsabilidad completas del coronavirus y todas sus repercusiones. No tan fácil, mirar critica y objetivamente y plantear alternativas. No tan fácil, hacer críticas, pues, críticas. No tan fácil, realmente investigar sobre las políticas adoptadas por el gobierno y sus repercusiones y su efectividad. No tan fácil, sentarse con uno mismo y preguntarse ¿qué sé yo, realmente, de los temas sobre los que opino tanto? Si hiciéramos esto, muchas veces la respuesta sería nada. Y estaría perfecto. Pero creemos que sabemos todo. 

En medio de una pandemia, nos creemos economistas, epidemiólogos, médicos, abogados, alcaldes y presidentes. Se nos olvida que así como la mayoría no somos ninguna de estas cosas, los economistas, epidemiólogos, médicos, abogados, alcaldes y presidentes son también y ante todo humanos, la mayoría con buenas intenciones, que están tratando de hacer su trabajo lo mejor posible en una coyuntura en la que no hay respuestas correctas. Claudia López es más educada y preparada que el grueso de la población que tanto la critica. Iván Duque, en cambio, también. Y si nos olvidáramos por un segundo del punto en el que nos encontramos en el espectro político (que además es una construcción humana bastante obsoleta, a mi parecer, pero esto es tema para otra columna) y desligáramos las políticas de quien las propone, tal vez nos sorprendería nuestra opinión al respecto. Pero nos dejamos llevar por las emociones, por el fanatismo y por la adrenalina de la confrontación, y terminamos haciendo más daño que bien. 

No se trata de no criticar, no se trata de no exigirle al gobierno las medidas de acción y protección que son necesarias, pero la próxima vez que compartamos una noticia o hagamos un comentario en Facebook, preguntémonos para qué. Preguntémonos  cuál sería una mejor solución entonces. Preguntémonos si nuestra indignación nace de la propuesta o de quien lo propone. Y si no tenemos las respuestas a estos cuestionamientos, mejor ahorrémonos la pelea con el tío abuelo (yo ya incurrí en una esta cuarentena, debo confesar), ahorrémonos las malas vibras y dejemos gobernar.

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