LA FRONTERA
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Reflexiones Húmedas

Por: Juan Antonio Padilla.

Cuando me encuentro bajo la regadera, a eso de las 10 de la mañana y antes de desayunar los huevos que suelo comerme, también me dedico a reflexionar. Y algo que realmente me conflictúa entender, e incluso me hace olvidar si me puse champú o no, es si las personas que abogan por dejar de polarizar en tiempos de pandemia realmente entienden lo que conlleva esa propuesta. Si es que inobservar incongruencias morales, delitos y desacatos de verdad resulta tan acertado. Porque si dejar de fiscalizar socialmente a los funcionarios públicos les parece correcto por el simple hecho de que el virus es enemigo común a todos, parten de una premisa errónea. Creer que los enemigos de mis enemigos son mis amigos, es casi tan erróneo y perjudicial como inyectarse Lysol o beber Clorox. 


Habiéndome excusado, procedo a polarizar; pero no me malentiendan. Polarizar en el sentido que le dan actualmente a esa palabra: pensar diferente de la persona que está usándola. Guiado por la fiel creencia que albergo de que no hay costumbre más saludable que la de juzgar el desempeño de los funcionarios públicos, procedo a traer a Claudia López a mi paredón de fusilamiento.

La alcaldesa por el partido Alianza Verde me compró con su discurso. Realmente lo hizo. Y le auguré durante los primeros días de su mandato un éxito rotundo porque quise creer en ella. Pobre de mí… y es que su gestión ha sido, cuando menos, deplorable. Escucho a mis vecinos en su terraza alabar su manejo de la crisis y sigo sin entender por qué. Empezaré por el más sencillo de los asuntos, y recurro a mi tan querido silogismo lógico. El populismo es una estrategia dialéctico-político-discursiva carente de ideología argumentable. Claudia López es tremendamente populista… el chiste se cuenta solo. Pero sí, efectivamente ese es mal de muchos*.

*consuelo de tontos. 

Recordemos que la sexta pregunta de la afortunadamente fallida consulta anticorrupción, le planteaba a los colombianos la opción de “[…] obligar a todos los electos mediante VOTOS popular a hacer público a escrutinio de la ciudadanía sus declaraciones de bienes, patrimonio, rentas, pago de impuestos y conflictos de interés, como requisito para posesionarse y ejercer el cargo; incorporando la facultad de iniciar de oficio investigaciones penales y aplicar la extinción de dominio al elegido y a su potencial red de testaferros como su cónyuge, compañero o compañera permanente, a sus parientes dentro del cuarto grado de consanguinidad, segundo de afinidad y primero civil, y a sus socios de derecho o de hecho”. No olvidemos tampoco, que recién posesionada, la funcionaria “les pidió a sus secretarios que hicieran una relación, tanto en Colombia como en el exterior, de sus inversiones y de las de todos sus familiares hasta el cuarto grado de consanguinidad.” El panorama es el siguiente. Claudia López asumió como cruzada casi religiosa derrotar el nepotismo que corroe la política colombiana día a día y tanto en la consulta anticorrupción como en su mandato así lo plasmó. Sin embargo, por medio del proceso SGA-CD-291-2020, la alcaldesa le adjudicó a David Mauricio Kats Asprilla un contrato por medio de contratación directa (sin licitación estatal), siendo este primo hermano de Inti Asprilla, representante a la cámara del mismo partido de la alcaldesa (representante a la cámara que fue presuntamente sorprendido con unos cuantos gramos de cocaína en Cali hace unos años, pero eso claramente solo me incumbe a mí mientras me enjabono, nadie habla de eso). Por otro lado, Selma Beatriz Asprilla, tía del representante a la cámara, recibió de manos de la alcaldesa un contrato por 95.000.000 de pesos, también por contratación directa. Son muchos los casos de contratos otorgados bajo la misma lógica. Y como esos, hay contratos como arroz. 

Escriba en Google “contratos millonarios Claudia López”. Búsquelo ya, antes de seguir leyendo. 

Yo la descubrí en la ducha, pero ¿cómo se ve América en el vaso? 

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