El 12 de diciembre de 2015, durante la XXI Conferencia sobre Cambio Climático, 195 países alcanzaron un acuerdo histórico con el objetivo de reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático. De manera más específica, el acuerdo busca limitar el aumento de la temperatura global por debajo de los 2 °C con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar el aumento a 1.5 °C.
A simple vista, este suceso parece ser un acontecimiento histórico que debemos celebrar, y ciertamente lo es. A fin de cuentas, es una demostración de que las naciones alrededor del mundo por fin decidieron dar los pasos necesarios para hacer frente a una crisis que durante décadas ha sido ignorada y, en consecuencia, desatendida. Sin embargo, el acuerdo está lejos de ser la panacea para resolver el problema del calentamiento global; por el contrario, puede incluso fracasar en alcanzar las metas propuestas en él. Empecemos por entender lo que ocurrirá si llegamos a un aumento de 2 °C de la temperatura global en el 2100. Según la NASA experimentaremos, por ejemplo, un alarmante aumento del nivel del mar. Esto podría exponer a más de 69 millones de personas a catástrofes como inundaciones. En cuanto a la pérdida de biodiversidad, alrededor del 18% de los insectos, 16% de las plantas y 8% de los vertebrados verán su población reducida a menos de la mitad. Adicionalmente, 410 millones de personas estarían expuestas a sequías y falta de agua. Estas son solamente algunas de las catastróficas consecuencias de alcanzar el aumento de 2 °C, por no mencionar problemáticas tales como temperaturas extremas, poca seguridad alimentaria, entre otras. Por más que lo desee, este no es un análisis pesimista. La realidad es que si fallamos en lograr la meta propuesta en el acuerdo, se desencadenará un efecto dominó de fenómenos naturales con el potencial de destruir el medio ambiente. Ahora bien, ¿Cómo funciona el acuerdo? Cada país remite una promesa sobre cuánto reducirán sus emisiones anuales de carbono. Se supone que estas se hacen con el objetivo de mantener el calentamiento global por debajo de 1.5 °C. Sin embargo, vale aclarar que los compromisos son voluntarios y, por lo tanto, no hay ninguna garantía de que sean cumplidos. Resulta aún más preocupante que, aún si los compromisos de todos los países se cumplieran al pie de la letra, estaríamos lejos de alcanzar la meta de los 2°C. Es más, estaríamos aumentando la temperatura global en 3.3 °C ¡¿Cómo es esto posible?! Lo que sucede es que las medidas necesarias para evitar alcanzar el aumento de 2°C son mucho más estrictas y exigentes que las que cualquier gobierno está dispuesto a adoptar. Siendo conscientes de esto, los gobiernos ingeniaron una solución, si es que se le puede llamar así. En el núcleo del Acuerdo de París se introdujo, probablemente, la herramienta más útil para menguar el impacto del calentamiento global: el BECCS, por sus siglas en inglés. En español se traduce a Bioenergía con Captura y Almacenamiento de Carbono. Esta tecnología, en teoría, no sólo nos permitiría filtrar las emisiones perjudiciales de la atmósfera sino que también generaría energía a partir del aprovechamiento de estas. Su aplicación promete muchísimo. Para pesar nuestro, el único problema es que aún no se ha fabricado; sólo existe en el plano teórico. Es más, recientes estudios teóricos sobre el uso de BECCS apuntan a que puede ser una tecnología muy poco útil para reducir las emisiones globales de carbono, pues su eficacia parece ser de un muy limitado 1%. A pesar de su inexistencia física y de su limitada eficacia, los gobiernos del Acuerdo de París proyectan escenarios en donde el BECCS funciona empíricamente, con el propósito de evitar adoptar las medidas necesarias para mantenerse debajo de los dos grados, pues la drasticidad de las medidas perjudicaría significativamente su crecimiento económico. Es decir, el futuro de nuestro planeta y de la civilización humana se apoya en una tecnología que todavía no se ha inventado y es poco eficaz. En palabras de Hickel (2020): “Proyectar el BECCS en el Acuerdo de París es como saltar desde una cima esperando que alguien en el suelo diseñe un aparato que nos salve antes de estrellarnos contra el piso”. Es un salto de fe que implica un alto riesgo y consecuencias devastadoras. El Acuerdo de París es un buen primer paso que demuestra la disposición de los países a enfrentar el reto más grande de la humanidad en el siglo XXI. Sin embargo, las medidas propuestas en él no son suficientes para evitar alcanzar un aumento de 1,5 °C. En últimas, el deterioro del medio ambiente es, bajo cualquier perspectiva, un problema difícil de solucionar. Esto no implica que debamos adoptar una actitud fatalista; todo lo contrario, nuestro planeta requiere que adoptemos medidas más rigurosas. Como afirma Klein (2021): “Hay muchas formas de evitar este desalentador futuro o, cuando menos, de hacerlo mucho menos aciago. El problema es que todas ellas implican cambiarlo todo. Para nosotros, grandes consumidores, implica cambiar cómo vivimos y cómo funcionan nuestras economías, e incluso cambiar las historias que contamos para justificar nuestro lugar en la Tierra”. Si adoptamos las medidas adecuadas a nivel individual e institucional, el cambio climático podría verse como aquella crisis que motive la construcción de una sociedad más segura, más justa y más saludable para nuestros hijos y nietos. Referencias Hickel, J. (2020). Less is More: How Degrowth Will Save the World (English Edition) (01 ed.). Cornerstone Digital. Klein, N. (2021). Esto lo cambia todo (1.a ed.). Paidós. Website, B. A. B. N. G. C. C. (2020, 12 octubre). A Degree of Concern: Why Global Temperatures Matter. Climate Change: Vital Signs of the Planet. https://climate.nasa.gov/news/2865/a-degree-of-concern-why-global-temperatures-matter/#:%7E:text=If%20warming%20reaches%202%20degrees,on%20humans%20and%20ecological%20systems. |